lunes, 17 de octubre de 2011

Todo para que se encienda una luz en tu puerta esta noche

Todo lo que pueda yo
recoger de tu árbol
se volverá hacia mi preguntando:
¿qué querés vos?
entonces no sabré qué responder
(o la respuesta será incorrecta),
dejaré caer los frutos
y no me importará si los gusanos
se los comen
u otras manos se los llevan más lejos.

De hecho, ya no me importa.

Prefiero pensar
que tus frutos le hacen bien a este suelo
y a los pájaros que habitan el cielo (y que a veces duermen en tu árbol, aunque suene raro);
sos parte de mi ecosistema porque vos quisiste
y porque yo te dejé.

Sin embargo, ni vos ni yo
regulamos la temperatura del aire
ni la fuerza de los vientos.

El viento no es mío,
tampoco esa piedra.
El viento no es tuyo,
tampoco mis lágrimas.

El tiempo mismo
llenò de raíces tus piernas,
llenó de plumas mis noches.

¿Para qué entonces
buscar explicaciones que nos coloquen
sobre el tiempo,
sobre el cielo rojo que muere lejos?

¿para qué seguir llorando
las mismas lágrimas sabiendo que
caerán a la tierra,
buscarán las raíces
y de vuelta a los ojos
para llorarse a si mismas?



De hecho,
hoy voy a trepar a tu árbol de palabras
para reunirme con los pájaros,
y esperar junto a ellos
el día en que vuelvan a bajar
las luces del cielo.

Si todo vuelve
la cuestión de los ciclos
por viejo que suene ¿no?
no es mentira.

No hay comentarios: